El pasado domingo, 12 de junio, el mundo fue nuevamente sorprendido con la noticia de la violencia de que es capaz un ser humano cuando la homofobia, la xenofobia, el racismo y todo fundamentalismo irracional se expresa a través del odio y de las armas.
El Recinto de Río Piedras no guardó silencio, y esta vez realizó esta noche un acto de solidaridad con las familias de las 49 vidas de hombres y mujeres, en su mayoría hispanos, entre ellos 23 puertorriqueños, que fueron asesinados en Orlando, Florida.
Como tributo a todos y todas, durante el acto se iluminó la Torre de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP), símbolo de futuro y esperanza para la juventud que día a día habita ese espacio, con los colores rojo, anaranjado, amarillo, verde azul y violeta, distintivos de la bandera de la comunidad LGBTQ. Así también, durante el sencillo acto, la agrupación Coralia de la UPR interpretó varios temas musicales.
Durante el mensaje pronunciado en la actividad, el rector, Dr. Carlos E. Severino Valdez, denunció a nombre de la comunidad universitaria y de las personas presentes el ataque perpetuado a estos hombres y mujeres. “Rechazamos toda violencia contra la integridad de la vida, y nos solidarizamos con los familiares de las víctimas y, en especial con sus compañeros y compañeras que hoy viven con una cicatriz tatuada en el alma con el pincel del dolor y la incomprensión”.
Asimismo, Severino Valdez reclamó que “ante las mentalidades que financian y apoyan las iniciativas que propenden a la destrucción física y moral de aquéllos y aquéllas que piensan diferente, responderemos con el cambio de ideas, el abandono de prejuicios, la disipación por el conocimiento de cualquier fundamentalismo y el activismo ciudadano contra todo abuso”.
A la actividad asistieron más de un centenar de personas de la comunidad universitaria y líderes de grupos a favor de los derechos civiles, entre otros.
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Mensaje del Rector Carlos E. Severino Valdez
Acto de Solidaridad con las 49 víctimas de la masacre de Orlando
y sus familiares
16 de junio de 2016
Recinto de Río Piedras
Universidad de Puerto Rico
Esta noche nos reunimos al pie de La Torre de la UPR. Una Torre que, como reza el Himno, “anuncia juventud, amor y libertad” a jóvenes que, como los 49 compañeros y compañeras que nos convocan esta noche, tienen o tuvieron su mirada en un futuro sin murallas que dividan.
El domingo en la madrugada, en la ciudad de Orlando, el futuro de esas 49 vidas se detuvo, sus ojos se cerraron y sus voces fueron silenciadas. Ya no se escucharán. Como dice Miguel Hernández, el poeta de lo eterno, en su “Elegía a Ramón Sijé”, ante la muerte temprana de su amigo:
“Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.”
La comunidad universitaria en su sentido más amplio, y todas las personas aquí presentes, denunciamos y rechazamos toda violencia contra la integridad de la vida, y nos solidarizamos con los familiares de las víctimas y, en especial, con sus compañeros y compañeras que hoy viven con una cicatriz tatuada en el alma con el pincel del dolor y la incomprensión.
Esta tragedia no es un acto aislado. La sociedad ha preferido encadenarla a la violencia del fundamentalismo religioso vinculada con el terrorismo. De esta manera pretende deslindarse de toda responsabilidad, porque esa violencia viene de afuera, del extranjero. Sin embargo, es elocuente el dato de que en los Estados Unidos, 20% de los crímenes de odio, aún con las barreras que confronta el definirlos como tal, son por orientación sexual o género, y sostenidos por la retórica religiosa. Nuestro País, tampoco está exento de esta realidad.
Pero la violencia es más compleja. La sociedad no está a la distancia, como el horizonte, ni es un mero objeto de estudio. Esa sociedad somos todos y cada uno y una de los aquí presentes. Se conforma de nuestros prejuicios, actitudes, formas de educar y de criar, de las palabras que proferimos, las instituciones, los métodos y, sobre todo, del individualismo extremo y competitivo que se ha constituido en piedra angular de las disciplinas de nuestras instituciones educativas, y lo que es más significativo, de nuestras vidas. Es de ahí que surge la fragilidad que empodera al que acecha.
La vulnerabilidad de ciertos grupos a la opresión, el abuso, la invisibilidad, e incluso a la destrucción, es el resultado de una cadena que agudizó sus prácticas en el Siglo XX y que no ha roto los eslabones en el Siglo XXI. Este siglo cuenta con tecnología para el despliegue de una violencia que se supera a sí misma cada día.
Frente a un desarrollo tecnológico difícil de detener, y ante las mentalidades que financian y apoyan las iniciativas que propenden a la destrucción física y moral de aquéllos y aquéllas que piensan diferente, responderemos con el cambio de ideas, el abandono de prejuicios, la disipación por el conocimiento de cualquier fundamentalismo, y el activismo ciudadano contra todo abuso. Procuraremos una sociedad donde “El Otro” y la “Otra” sean mi espejo. Construiremos un futuro donde, entre tantas otras cosas, el color de la piel sea invisible y donde la identidad sexual sea como la mirada: única, personal y desamordazada.
Les agradezco su respuesta a esta convocatoria al duelo compartido. A ellos y ellas les decimos que sus vidas se redimirán en las nuestras, porque abriremos nuevos surcos para la libertad. Como nos dice Miguel Hernández:
“Retornarán aladas de savias sin otoño,
Reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño,
porque aún tengo la vida.”
Para la libertad
Miguel Hernández