A las 2 a.m. Camila Rivera, Gustavo Vega y Andrés Sebastián Cano han terminado su escultura que invita al público a tomar conciencia sobre el reciclaje en Puerto Rico. Pero hoy, reflexionan sobre algo más. Acostados en el piso de la Plaza de la Democracia y con las olas del mar Atlántico de fondo, respiran profundo y comprenden lo sublime del momento. Más que la estética, su arte ha cumplido una función social.
La obra, que se exhibe en el ala norte del Capitolio, surge como un esfuerzo colectivo de las organizaciones Sierra Club y Basura Cero, apoyado por el Proyecto de la Cámara de Representantes 2141, que busca establecer un depósito de cinco centavos en botellas de vidrio, aluminio y plástico para evitar que estas lleguen a un vertedero. De este modo se crea conciencia sobre el grave problema del plástico en Puerto Rico.
“Estoy generando una pieza –mi primera construcción, por decirle así- y que esta construcción tenga la significancia que tiene, y que tenga una función social más allá de ‘¡Wow, construí algo bonito!’ Sentirme bien por eso… estoy aportando algo al País. Eso, para mí, es bien importante. Saber que no sólo estoy construyendo, sino que también estoy devolviendo”, comentó Camila Rivera con visible emoción.
Inicialmente, el acercamiento para diseñar esta escultura fue a Rivera por parte de la coordinadora de Sierra Club, Adriana González, dado a que creyó que la joven estudiante de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP), estaría interesada en el proyecto creativo.
La futura arquitecta también había trabajado como voluntaria con la organización desde los 16 años y, cuando el Sierra Club celebró su primera década, fue ella quien diseñó su logo.
La joven, entonces, reclutó a Gustavo Vega, quien además de ser su pareja de vida, ha sido su compañero en todos “mis inventos creativos”. Entre los dos empezaron a conceptualizar una obra de arte que respondiera a la campaña Que no te ahoguen las botellas. “Somos un buen equipo” asegura Vega, mientras Rivera le responde con una sonrisa sonrojada. Vega también se gradúa el próximo junio de la Escuela de Arquitectura.
Tras idear un concepto para el proyecto creativo, llegaba otro reto: construir la escultura. Y para esto Rivera tenía a una persona en mente. “El bagaje de Gustavo y el mío es la Escuela de Arquitectura. Nosotros estamos acostumbrados a diseñar, pero no necesariamente a construir y mucho menos a esta escala. Entonces, Andrés ya había hecho piezas a grande escala y por eso fue que me acerqué a él y le dije: ‘Mira, Andrés. Tengo que hacer esto. ¿Tú crees que se puede hacer? ¿Te interesa?’ Él se interesó”, comentó la alumna de la UPR-RP.
Andrés Sebastián Cano es recién egresado de la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico (EAP), con un bachillerato en Artes Plásticas con concentración en Escultura. Con su trasfondo, la obra – cuyo punto más alto se eleva a unos 20 pies– cobró vida.
“Fue una pieza fundamental en el proceso. Sin él no se hubiese podido ejecutar la obra”, expresó Gustavo Vega.
Para construir la escultura, el dúo de arquitectos y el escultor utilizaron, esencialmente, materiales industriales como acero carbonizado de ¾ de pulgadas, una malla de plástico para poder sostener las botellas y, por supuesto, botellas plásticas. Para poder sujetar la obra, utilizaron el concreto como zapata.
Tomando literalmente la campaña Que no te ahogues con las botellas, empezaron a buscar figuras geométricas más sencillas que aludiera a una ola — y que fueran estructuralmente viables— de manera que pudieran hacer una estructura sencilla, rápida y costo efectiva.
Entonces, inspirados por las obras del arquitecto español Félix Candela y su trabajo con las “parábola hiperboloide”– un plano distorsionado con el cual se puede manipular las formas geométricas para crear imágenes que aluden a otras figuras— nació una ola.
Mucho se ha dicho de la función del arte como mecanismo para concientizar a la sociedad. Para Camila Rivera, esto no podría ser más cierto. “Yo siento que el arte siempre tiene algo que decir. Siempre que se crea es porque uno tiene algo que decir. Muchas veces dice más que lo que tu pensabas que iba a decir”, dijo Rivera.
La joven arquitecta añadió, “Siento que el arte es un arma de guerra. Tienes que, cuando lo estás conceptualizando, pensar que tiene la posibilidad de influenciar a quien la va a ver. Y entonces, dejar que coja su rumbo”.
Gustavo Vega está de acuerdo con esta aseveración. “La escultura es muy útil en concientizar a las personas que la ven. [Nuestra obra] está hecha con botellas que se recopilaron en menos de una semana, de un porciento bien pequeño de la población. Aproximadamente, 17 escuelas se contactaron y recopilaron unas 15 mil botellas en menos de una semana. Eso es un porcentaje minúsculo de la cantidad de basura que se genera en la isla”, expresó Vega a modo de explicar que si estás viendo a otro crear arte y te sientes identificado con esa persona, tú también vas a querer ser parte del arte y de la causa.
“Desde la arquitectura, uno puede adentrarse a tantos aspectos de la vida”, declaró Rivera mientras exhortó a sus compañeros de la Escuela de Arquitectura que no sólo se enfoquen en el componente estético.
“Todos tenemos la responsabilidad de pensar que nuestros proyectos pueden hacer un cambio en la educación, en cómo viven las personas, en el ambiente, etc. Hay que diseñar con conciencia”, concluyó.